Ex mujer transgénero dice que se «agarró del manto de Jesús y no lo soltó» hasta ser liberada

Linda Seiler, desde pequeña se sintió atraída por las niñas y eso la hizo sentirse condenada por Dios, y explicó que estaba realmente obsesionada con un ser un niño debido a que su gusto por las niñas aumentaba cada vez más con la edad.

“Desde mis primeros recuerdos, quería ser un niño en lugar de una niña. Cuando era niña, rezaba repetidamente para que Dios me convirtiera en un niño y me obsesioné con mi búsqueda”, dijo para God Reports.

«Juré que me operaría en cuanto tuviera la edad y el dinero», contó sobre la época en que tenía una “sexualidad confusa» además de que sus amigos la indujeron a ver pornografía mientras anhelaba poder hacer su transición de género.

“En la escuela primaria, cuando todas las demás chicas estaban interesadas en maquillarse y los chicos, para mi horror, me atraían las mujeres, especialmente las maestras mayores que eran fuertes, pero cariñosas”, describió sobre la apariencia de hombre con la que se imaginaba a diario, la cual le aumentaba su lucha.

“Envidié a los chicos a mi alrededor cuyas voces estaban empezando a cambiar y lamenté el hecho de que la mía nunca cambiaría así. En cambio, tuve que someterme a usar sujetadores y a que me molestara la menstruación”, expresó después de descartar una transición por las dificultades que poseen.

Cuando fue estudiante de secundaria, conoció y aceptó a Jesús, pero su lucha consigo misma no terminó, «Empecé a dudar de mi experiencia de salvación porque mis luchas no terminaron como pensé que lo harían”, dijo.

“Pero yo sabía que Jesús había hecho algo en mi corazón y quería seguirlo”, destacó.

“Traté de encajar como otras chicas, salí con hombres con la esperanza de curarme, pero mis pensamientos más íntimos eran que debería ser un hombre. Fue entonces cuando el suicidio se convirtió en una consideración real”, continuó.

“En la universidad, me involucré en el ministerio universitario y desarrollé una relación más profunda con Dios, orando y leyendo mi Biblia regularmente, incluso compartiendo a Cristo con los perdidos”, añadió.

Siendo líder estudiantil pidió y rogó a Dios que pudiera terminar con su atracción a las mujeres y ser liberada de todo eso.

“Mi último año en la universidad, asistí a una conferencia ministerial en el campus sobre cómo vencer el pecado habitual. El orador citó Santiago 5:16: ‘Confesaos vuestros pecados unos a otros y orad unos por otros para que seáis sanados’. Y le confesé mi lucha secreta al pastor del campus”, contó.

“Él respondió con amor, asegurándome que estaba comprometido a encontrar la ayuda que necesitaba. Apenas podía creerlo. Salí de esa conversación con una nueva revelación de la gracia de Dios”, agregó.

Fue ese momento en el que ella y todo el peso que cargaba por la auto condenación se hubiera ido, tras conocer a Dios como un padre amoroso y no como un juez severo, pero el proceso fue duro al ser tentada con una relación homosexual dentro de la iglesia, de la cual se sintió culpable y la abandonó.

“Y fue por la gracia de Dios que resolví tocar el manto de Jesús. Me agarré y no solté, hasta sentir la libertad que costó su muerte en la cruz”, resaltó explicando que pasó de tener consejeras cristianas mujeres a hombres que intercedían por ella y ayudaron en un sanidad interna.

«En 2005, el Señor me guió a conocer a Mark Sandford, un consejero de oración por la sanidad interior en Elijah House», dijo.

“Por primera vez en mi vida, vi un lado tierno y compasivo del Padre que no sabía que existía. Era como si literalmente pudiera sentir Sus manos sosteniendo mi corazón”, añadió.

«Practiqué mi sanación y comencé a sentir una atracción genuina por los hombres», explicó sobre su batalla mental y su comienzo de la “pubertad atrasada” al experimentar la sexualidad al diseño de Dios.

“Estuve en silencio durante ocho años hasta que el Señor me liberó para hacer público mi octavo aniversario de libertad”, confesó diciendo que ahora trabaja para poder ayudar a otros a tener esperanza y restauración en medio de procesos similares a los que ella pasó.

“Si nos aferramos a la verdad de la Palabra de Dios y decidimos no rendirnos nunca, experimentaremos una transformación hasta el punto en que el pecado que alguna vez caracterizó nuestras vidas ya no nos domine”, concluyó.