Cómo pasó el fútbol femenino en Colombia de estar casi cancelado a cosechar un gran éxito en el Mundial
Minutos después de la victoria de Colombia contra Jamaica en el Mundial femenino de fútbol, Melissa Ortiz, una referente de la selección colombiana, se largó a llorar al frente de una cámara.
Entre lágrimas y silencios incómodos, la exfutbolista y ahora comentarista deportiva explicó por qué su sentimiento era tan profundo: por qué ser la única selección sudamericana viva en los cuartos de final de un Mundial es tan significativo.
“Cuando nosotras empezamos este movimiento, para pelear en contra de la Federación, para tener mejores estándares, para que pagaran nuestros pasajes, para tener indumentaria, para tener dónde entrenar, logramos derrocar a la Federación“, dijo.
“Y si no hubiera sido por eso, ellas no estarían ahí”, añadió, mientras veía a sus excompañeras celebrar en la cancha. “Lo que hicimos empoderó a las mujeres, miles salieron a las calles a apoyarnos, y cuando veo esto, pienso que valió la pena”.
Ortiz sacrificó su carrera como futbolista por el activismo. Tiene 33 años y bien podría estar jugando. Pero escogió esto, así como otras de las referentes de esta selección que no están ahora en Australia, porque sabía que era una cosa o la otra.
Este sábado, las colombianas se enfrentan a Inglaterra en lo que ya es el mejor resultado de una selección sudamericana en un Mundial femenino en 12 años.
“Las superpoderosas”, como les conocen en Colombia, ya hicieron historia.
“Y eso solo ha sido posible gracias a la resistencia”, dice Claudia Yaneth Martínez, una investigadora colombiana de temas de género en el deporte.
“Gracias a la lucha de estas peladas (chicas) que, unas fuera y otras dentro de la cancha, conquistaron los espacios que durante décadas les habían negado“.
De la crisis…
El 7 de marzo de 2019 una docena de jugadoras de la selección Colombia, entre ellas Ortiz, convocaron una rueda de prensa en el lobby de un hotel en Bogotá para denunciar una serie de irregularidades que tenían al fútbol femenino a punto de ser cancelado.
Días antes se había denunciado un caso de abuso sexual en la selección sub17. Luego se alegó que un entrenador cobraba a las jugadoras por entrenarlas y darles prioridad en entrenamientos extraoficiales.
Ortiz y sus compañeras también denunciaron, con el apoyo de audios, que una jugadora había sido vetada de la selección por expresar sus quejas. Que, además, les hacían pagar los tiquetes aéreos, sus viáticos y sus uniformes, que encima eran confeccionados para hombre.
BBC Mundo se comunicó y mandó preguntas a la Federación para conocer su versión sobre estos alegatos, pero no obtuvo respuesta al momento de publicar este artículo.
La Federación ha negado haber recibido denuncias y las que ha recibido, dice, las ha investigado, sancionado y delegado a la Fiscalía. También ha rechazado los acosos, pero no negado las denuncias sobre salarios, tiquetes aéreos o viáticos.
El presidente, Ramón Jesurún, ha pedido “paciencia” a quienes piden igualdad ya. Esta semana el entrenador, Nelson Abadía, negó los vetos, defendió a la entidad y dijo que los directivos son los responsables de iniciar este camino.
Para marzo de 2019, la selección de mayores femenina llevaba casi un año sin jugar. Los directivos habían anunciado que ese equipo dejaría de existir: que solo tendría jugadoras menores de 25, lo que es igual a considerarse un conjunto aficionado.
Por si fuera poco, La Liga colombiana estaba por ser cancelada. Las autoridades dijeron que no había suficientes jugadoras. Que la falta de patrocinios, escenarios y apoyo financiero para las ramas femeninas de los principales clubes hacían inviable la realización del torneo.
Desde su creación, en 2017, e incluso hasta hoy, la Liga femenina ha sido intermitente, corta. Todos los años hay incertidumbre por si se juega o no.
Entonces el futbol femenino estaba por tocar fondo cuando Ortiz y sus compañeras se aliaron de la prensa deportiva y varias empresas privadas para generar un cambio.
Los frutos se están viendo.
…a los resultados
Por un lado, se aliaron con Águila, una cerveza que siempre ha patrocinado el fútbol en Colombia, para que cambiaran su vieja campaña de las “chicas Águila”, tradicionalmente de modelos voluptuosas, por jugadoras de fútbol.
Después lograron articular a todos los clubes profesionales para que borraran medio escudo de sus uniformes para “impulsar a los colombianos a apoyar el fútbol en todas sus categorías por igual”.
Al tiempo, entró en vigor una regla de la Conmebol, el ente rector del futbol sudamericano, para que todos los que quisieran participar en sus competencias estuvieran obligados a tener una rama femenina. Y el Mundial de 2019 en Francia generó una conversación sobre el pago de las mujeres.
Desde 2018, la selección masculina colombiana ha estado en crisis. Mientras tanto, las mujeres han hecho historia: la selección de mayores, que finalmente no fue reducida a sub25, ganó unos juegos Panamericanos y los clubes locales llegaron a cuatro finales en torneos continentales.
La pandemia profundizó los problemas, a pesar de la misma, los equipos colombianos salieron fortalecidos: en 2022, la selección sub17 fue subcampeona del mundo, la sub20 llegó a los cuartos de final del Mundial y la de mayores fue subcampeona de la Copa América, competición a la que llegaron todas las jugadoras al primer partido con los brazos en alto en forma de protesta en contra de la Federación.
Porque el enfrentamiento institucional en realidad no ha terminado: muchas de las demandas de las jugadoras –sobre todo de aquellas que necesitan tener un segundo trabajo porque el fútbol no les da para vivir– están pendientes.
Y la Liga local del segundo semestre de 2023 está en veremos.
El precedente ya está marcado
“La reacción de la Federación ha sido vindicativa y vengativa“, dice Alejandro Pino, periodista deportivo.
“Vindicativa porque han respondido diciendo ‘si quieren respaldo se lo tienen que ganar’ y vengativa porque las voceras que denunciaron y reclamaron quedaron excluidas”.
Sarah Castro, también periodista deportiva, añade: “Las brechas siguen siendo enormes, en términos de salarios e infraestructura, y las instituciones y la Liga no han logrado garantizarles condiciones laborales ni desarrollo deportivo a nuestras futbolistas”.
Este sábado muchos colombianos van a madrugar a ver a la selección de mujeres.
Si ganan, llegarán a la instancia más avanzada que cualquier selección Colombia haya logrado jamás en un Mundial. Si pierden, habrán generado una conversación, un sentimiento nacional inédito, que promete sacudir al mundo del fútbol en Colombia.
“Estos triunfos van a poner más ojos encima y van a ayudar a que se atiendan sus demandas”, dice Castro.
Ganar no debería ser razón para que se apoye al futbol femenino, pero lo es. Y las colombianas ya ganaron suficiente.