Periodistas de Tijuana y San Diego se solidarizan con los migrantes en la frontera que pasan hambre y frío

Mientras jadeaba y respiraba hondo, la periodista Sonia de Anda daba pasos con equilibrio para evitar que se le cayera una gran olla de metal con carne de soya, mientras avanzaba con dificulta por una cuesta de unos 55 grados de inclinación.

Tenía que avanzar unos 1,200 pies cuesta arriba, y sortear por lo menos dos puntos de mayor dificultad. Si caía, rodaría cuesta abajo por entre piedras y áreas de cemento.

Al llegar a lo alto, solo tomó un respiro antes de continuar. Detrás de ella subían otros reporteros con más alimentos, agua fresca recién hecha, fruta, muchas botellas de agua, gel desinfectante, rebanas de pan.

Cuando los vieron llegar, centenares de hombres migrantes se apresuraron a formarse replegados junto a los pilares del muro de Trump en la frontera.

Los hombres estaban visiblemente cansados de pasar días y noches a la interperie, entre fríos nocturnos y calores durante los días. La patrulla fronteriza los obligaba a permanecer en ese lugar a lo alto de la colina más alta en la frontera de San Diego, donde pocos se arriesgaban a llevarles ayuda.

El grupo de periodistas y miembros del albergue Casa de Luz de Tijuana sin tomar descanso comenzaron a repartir la ayuda a los migrantes de diversas partes del mundo. Solo una minoría hablaba español y otros pocos entendían inglés.

Sin embargo cientos de musulmanes en el campamento a lo alto de la colina mostraron su alegría por tener alimentos sin carne y sin manteca, que les impide comer su religión. Les entregaron también ponchos de plástico para que se protegieran de la lluvia y del rocío, que hace más fría la madrugada.

La zona es de tan difícil acceso, que solamente los voluntarios de un albergue de la comunidad LGBTQ de Tijuana se habían dedicado durante días a alimentar a los hombres solos en la colina.